El fenómeno Miley Cyrus está revolucionando la historia de la música y no precisamente por sus canciones. Todos estamos al corriente de cómo se lo pasa esta chica cada vez que sale a la calle, escándalo tras escándalo está haciendo que la imagen de la virginal Hanna Montana no sea más que un leve espejismo.
Cyrus y su mundialmente conocida lengua, están siendo la diana de todas las críticas por parte de colectivos religiosos, educativos, culturales y un largo etc. Hay que reconocer que de musical y artístico tiene poco a lo que se está dedicando la pequeña Miley pero, es que quizás no sea ese precisamente su objetivo, y lo está haciendo realmente bien.
No hay una semana en la que no salga un titular con su nombre acompañado de referencias a las drogas, el sexo, comportamientos poco correctos o el alcohol. ¿Y? A ella le da igual la imagen que esté dando, lo importante es que sale en las portadas y se habla de ella. Esta llevando a cabo una de las mejores estrategias de marketing que podría tener, aunque no sea esta la forma más inocente de hacerse conocer.
Como en todo éxito se asumen riesgos. Muchísimos adolescentes tenían forradas las paredes de sus habitaciones con fotos de una dulce y sonriente niña con melena y flequillo rubio, que cantaba canciones de patio de colegio, ahora no ven la imagen de su ídolo en ninguna parte de la nueva Miley. Aunque también existe la otra cara de la moneda, hay otros que pasaban completamente de la niña Disney y en la actualidad, Miley Cyrus se ha convertido en su nuevo referente.
Para todo se gana y se pierde, gustará más o gustará menos, pero nadie puede decir que no conoce a esa jovencita cuyos mejores bailarines se han convertido en muñecos hinchables.