La fiesta del Corpus Christi en la capital toledana tiene en su Custodia uno sólo de sus muchos atractivos. Esta impresionante obra de orfebrería, de plata dorada, y parte del tesoro catedralicio, procesiona por la ciudad, en jueves, acorde a la liturgia hispano-mozárabe, propia de Toledo. Una cruz procesional del s. XVI le abre paso, seguida de los Infanzones de Illescas, el portaestandarte, y los flanqueadores, vestidos de rojo y tocados con birrete del mismo color, que toman los cabos que cuelgan del pendón. Los Caballeros Mozárabes les siguen, vistiendo de azul y con la cruz de Alfonso VI en el brazo. Personas distinguidas con este honor por sus estudios sobre los mozárabes toledanos. Los Caballeros del Santo Sepulcro, guardia de honor del obispo, de blanco, con birrete episcopal blanco, con borlón rojo, les siguen. Después los Caballeros del Corpus Christi, personalidades de Hispanoamérica acreditadas en España, con veste de color verde y tres cruces blancas bordadas, en representación de las tres carabelas con que Colón descubrió América. Les siguen el clero regular, el cabildo primado, y la Custodia, altísima, y bajo palio.
Las calles aparecen decoradas con telas, antiguamente proporcionadas por los gremios de tejedores y sederos. Hoy son pendones, mantones, resposteros y banderas los que adornan las casas y blacones. La Catedral se engalana con ocho tapices flamencos del siglo XVII. Y los patios particulares también, abriéndose además al público, y constituyendo un atractivo único, que tan sólo puede conocerse una vez al año.
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