Reflexiones anticapitalisas de un obrero de la comunicación.
Armando B. Ginés
Editorial Luhu
Este libro indaga en lo que no vemos cotidianamente ni de lo que siquiera se habla en público. Pasamos por el capitalismo de puntillas, sin profundizar en los mitos que le dan sustento. La ideología neoliberal, bien engrasada por la idílica posmodernidad, nos ha dejado huérfanos de referentes sólidos y fuertes para hacer frente al presente y encarar con energía el futuro desde auténticos postulados de izquierda. Tenemos miedo, pero esquivamos sus profundos y nocivos efectos individuales y sociales comprando fetiches culturales y discursos populistas a diestra y siniestra. El régimen capital-trabajo nos ha robado de cuajo la capacidad crítica de pensar a base de conceptos engañosos tales como clase media, sociedad del ocio y el conocimiento y globalización. Con eslóganes fáciles de recordar y dulcemente mistificadores nos entregamos a una alienación blanda que nos impide sacar conclusiones radicales de la realidad que nos habita y conforma nuestros estilos de vida en el hogar, el barrio, el trabajo, la universidad y la misma la calle o espacio urbano de convivencia habitual. Hay más violencia de la que detectamos a simple vista, agresiones soterradas que soportamos por no saber cómo combatirla de forma colectiva, sociopolítica y solidaria. El control capitalista se ejerce de mil maneras diferentes y sofisticadas: mediante leyes restrictivas, con represión directa y, sobre todo, a través de la ideología en sus más variadas vertientes, informativa, publicitaria, religiosa y consuetudinaria. La lucha de clases existe, negar esta evidencia es tanto como instalarse cobarde e irresponsablemente en la quietud amable del fin de la historia preconizado por las derechas internacionales y sus agentes acólitos instrumentales: las distintas versiones de izquierdas divinas y posibilistas instaladas en el ruedo político de tendencias uniformes estandarizadas. Todos somos en potencia inmigrantes en el océano de la precariedad existencial inducida por el sistema capitalista. Todos somos vulnerables desde el nacimiento a la muerte, demandantes de afecto, ayuda y comprensión de nuestros semejantes. Todos somos el otro en una sociedad salvaje de explotación laboral y beneficio empresarial sin reglas ni derechos regida a escala mundial por los mercados anónimos. Callar y mirar para otro lado es hacerle el juego a los que siempre escapan indemnes de cualquier crisis y guardan sus ahorros millonarios en paraísos fiscales. Callar y mirar para otro lado también es una opción política: la mejor para las derechas, los corruptos y los explotadores.